jueves, 11 de septiembre de 2008

Recluido en casa


He vuelto a recaer en un estado de autoreclusión. Debo sentirme hasta agradecido de mi trabajo, no solo por mi retribución dineraria, si no por ayudarme a estar fuera de casa por lo menos durante unas horas al día.

Mi rutina diaria, semanal y mensual se ha convertido en un patético devenir de mi casa al trabajo y viceversa. Ahora mismo la inspiración que me ha llevado a escribir este blog ha sido el darme cuenta, por un momento, en que se pasa el día y yo me encuentro metido aquí, en mi zulo particular y por mi propio albedrío.

Oigo el ruido del viento en la calle y es que ni si quiera me asomo al pasillo para mirar como está el día. Me excuso en las cosas que tengo que hacer en el ordenador (que al fin y al cabo son solo rodeos para hacer pasar el tiempo) mientras entreveo y escucho el murmullo del televisor de fondo.

Pasa el tiempo, y por un momento deseo que haya conectado alguien al messenger. Es increible, una lista con tanta gente y entre los que no se conectan y con los que no tengo afinidad siempre me encuentro doblemente solo, eso si es posible sentirse más solo que estando solo. Sí, sin duda lo es.

Me planteo en este momento que sentido tiene todo. No soy feliz ni trasmito felicidad. ¿Hay algo más triste? No se asusten, no soy de los que se van a suicidar, aunque reconozco que muchas veces imagino representaciones de esa escena en mi cabeza en donde soy yo el protagonista, claro. Ya la totalidad de mi vida es un obsesivo egocentrismo de lamentos a mi sufrida existencia y en una situación como esa no iba a ser menos. Sería la estrella, pobrecito de mi. Quieto y embutido en una caja, sin decir nada, pero todos estarían mirándome y yo haciendo mi obra estelar sin ni siquiera mover un dedo ni abrir la boca (lo siento, me encanta la ironía).

Pero no, yo nunca me suicidaré. Seré de los que sigan con su vida, aunque sea patética e infeliz. Y cuando alguien me salude le pondré mi mejor sonrisa y le diré -¡hola!, buenos días-. Y en el trabajo la gente me dirá, - que puntos más buenos tienes- ó -me encantas, siempre estás sonriendo-, cuando en verdad por dentro estoy más agrio que un limón (si es que soy un falso).

Quizás debería buscarme un trabajo por las tardes. Se que el dinero no hace la felicidad, pero por lo menos estaré todo el día ocupado y haciendo lo que mejor se me da, actuar y hacer como que todo está bien.

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